jueves, 3 de marzo de 2011

Capítulo 4. Nuevos problemas. Día 1 de junio de 2012. Viernes. Las 22:18 horas.

Antonio Garcés Aranza, jefe y coordinador del departamento de limpieza del zoológico de Barcelona, es el encargado de organizar los turnos y de ordenar el personal que tiene a su cargo. Tiene 51 años, es de origen cubano y llegó a Barcelona con veintiún sufridas primaveras, con la esperanza de labrarse un futuro en un país que prometía ser mejor. Ahora, aunque no haya llegado tan lejos como pretendía, tiene estabilidad económica, un trabajo cerca de casa y es capaz de mantener a su propia familia. De barriga prominente y con aproximadamente un metro ochenta de altura, luce una considerable barba negra y un pelo cada vez más canoso. Su aspecto es descuidado pero al entablar conversación con él, se aprecia rápidamente que es un hombre trabajador, amable y agradecido por lo que se le ha dado.
Está sentado en su pequeño despacho, realizando un inventario sobre los productos que necesitarán comprar para el próximo mes. No le gusta quedarse a trabajar tantas horas pero el haber tenido recientemente una discusión con su esposa provoca en él la necesidad de quedarse más tiempo para evitar otras posibles discusiones caseras.
Su despacho es como su santuario. Aquí manda él y puede hacer lo que desee en todo momento. Es muy sencillo y un poco destartalado. Tiene forma cuadrada, con una gran mesa negra de madera, siempre llena de documentos, dos grandes ventanas al fondo de la habitación, tres sillas y una estantería con algunos libros y muchas figuritas de animales. Se nota que trabaja en un zoológico y aunque él no lo sepa, alguno de sus trabajadores llama a su despacho el segundo zoo de Barcelona. El olor a tabaco ya forma parte de los muebles del lugar y la luz mortecina con la que le gusta trabajar a Antonio hace que el despacho, de noche, sea un lugar que nadie quiera visitar a solas. De pronto alguien llama a la puerta y sobresalta al jefe de limpieza, que sin pensarlo su cabeza había estado maquinando la idea de ir un rato al bar Cuatro puertas a tomar una cerveza y dejar el trabajo para mañana.
-          Adelante –vocifera Antonio de manera neutral sin mostrar asombro alguno.
En la pequeña habitación entran dos de sus empleados. El primero, Guillermo Altares Fernández, un hombre con pocas luces que ya ha llegado a lo más alto de su carrera profesional pese a su juventud. Tiene 27 años y, aunque es trabajador y muy obediente, tiene una nula capacidad de decisión y un comportamiento bastante huraño. No llegó a sacarse la enseñanza secundaria obligatoria y el sitio en el que trabaja lo consiguió gracias a sus padres. El segundo que entra en la estancia se llama Hassân Wafîq y es un trabajador ilegal de nueva incorporación. Tan sólo lleva un día trabajando y de momento han decidido que limpie los lugares cerrados y preferiblemente, en turnos de noche. Lo han puesto con Guillermo para que éste vigile que el nuevo obrero no estuviera tentado de adueñarse de cosas que no sean suyas. Por la cara que trae parece que haya dormido poco y lleva el brazo derecho extrañamente envuelto en su sucia camiseta de trabajo. Antonio ya huele que se avecinan problemas.
-          Buenas jefe –comienza Guillermo –verás, Hassân ha tirado unas muestras de sangre al suelo y cuando las estaba recogiendo se ha cortado un poco, y resulta que no sabemos de qué eran las muestras y…
-          ¿Qué ha hecho qué? –grita Antonio. Y tras una larga respiración para calmarse –Bueno, a ver, ¿Cómo estás? ¿Cómo te encuentras? ¿Quieres sentarte? Pareces afectado Hassân –lo avasalla a preguntas.
-          Estoy bien jefe, ya no sangro. Lo siento –se disculpa con su peculiar acento marroquí.
-          Bueno, siéntate aquí. Tú llévame al sitio haber qué habéis provocado y si podemos solucionarlo de alguna manera –le ordena a Guillermo.
-          Ok jefe, sígame, tenemos que ir a la zona de los monos, ha pasado en una de esas habitaciones. –se explica Guillermo.
En la tranquila noche de finales de primavera se puede escuchar mezclados, el sonido del suave viento meciendo los árboles y la multitud de diferentes ruidos de los animales. Una melodía un tanto extraña pero relajante. El buen tiempo y la tranquilidad que se respira, además de la peste a estiércol propia del zoo, hacen que Antonio se sienta feliz de tener ese trabajo pese a estar poco valorado por el resto de personas que visitan el lugar. Ha vivido situaciones mucho peores que no quiere volver a recordar nunca.
Se dirigen a la zona de los primates, concretamente a la sala “dels naixementsde la zona de los monos, donde unas horas antes habían estado trabajando concienzudamente los tres biólogos. Al llegar, pasa primero Guillermo y con un movimiento natural enciende el interruptor de la luz, aparta la fregona y lleva a su jefe a uno de los lados de la habitación.
-          Mire jefe, aquí ha pasado –dice Guillermo señalando una mancha de sangre en el suelo rodeada de fragmentos de vidrio. –Se ve que estaba fregando y con el mocho a tirado dos probetas al suelo. Entonces he llegado yo y lo he visto recogiéndolas y es cuando se ha cortado y entonces te lo he llevado y hemos venido –se explica Guillermo torpemente.
-          Gracias Guillermo. Bueno, vamos a recoger esto, por lo visto sólo hemos derramado dos probetas, pero aquí veo que hay más. Parece que a lo mejor no la habéis cagado del todo –añade Antonio intentando esconder su descontento.

En menos de dos minutos los dos trabajadores recogen los trozos de vidrio concienzudamente y limpian la mancha de sangre del suelo. Antonio deja una nota explicando lo ocurrido y pidiendo disculpas. Mañana tendrá que soportar unas duras quejas. Apagan las luces y se vuelven al despacho.
-          ¿Cómo estás Hassân? –pregunta Antonio.
-          Estoy bien jefe, ya no me duele. Lo siento. –vuelve a disculparse.
-          Bueno, mira, no creo que sea nada grave, –dice mientras echa un vistazo a la mano de Hassân –solo te has cortado un poco y parece que ya lo tienes bien.
-          Ahora escucha, no creo que te hayas infectado de nada, porque, que yo sepa, no hacen experimentos con los animales. Probablemente solo sea un poco de sangre de algún mono. Aún así, si te sintieras mal, ni se te ocurra ir al médico, recuerda que estás aquí ilegalmente. Yo mañana me enteraré si es algo de lo que debamos preocuparnos. –Y por último añade –No te preocupes que esto nos ha pasado a todos y no vas a perder el empleo. Tu primo ya nos contó que necesitas estar aquí. Ahora vuelve a casa y descansa todo el fin de semana. Nos veremos el lunes a primera hora del turno de noche, ¿ok?
-          Ok jefe, gracias por todo –comenta Hassân mientras se va levantando. –Adiós.
-          Adiós Hassân.
-          Bueno, qué. ¿Sigues haciendo tu turno o vas a estar aquí toda la noche? –pregunta Antonio a Guillermo.
-          Perdón jefe, ya voy.
Por fin un poco de tranquilidad –piensa Antonio mientras se sienta pesadamente. Este pequeño incidente no cree que le vaya a causar ningún problema, pero siempre hay dudas. Ya supone lo que ocurrirá el lunes, simplemente se le quejarán, pero por suerte para él, la gente del zoológico tiende a ser comprensiva con estas cosas. Solo espera no haber hecho nada que no se pueda arreglar, eso sí sería un inconveniente que, lejos de causar graves problemas, le sabría mal personalmente. Mientras piensa esto se da cuenta de que ya empieza a estar cansado, se levanta sin prisas, da un golpecito a la mesa con los nudillos en forma de despedida, recoge la chaqueta y las llaves y se marcha del despacho a paso tranquilo. Tiene ganas de ver a su esposa y a su hija y explicarles lo ocurrido.

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